Cuando Ford presentó la segunda generación de la Bronco en 1978, fue una verdadera revelación: ya no era una camioneta utilitaria utilizada para necesidades agrícolas.
A fines de la década de 1970, Ford notó una creciente demanda de vehículos todoterreno para el ocio. Los mismos vehículos se utilizaron como conductores diarios, por lo que deben ofrecer un cierto nivel de comodidad. Por último, pero no menos importante, el aspecto del vehículo tenía que ser resistente.
Su porte ancho, con la nariz inclinada y un bulto en el capó, que de otro modo sería plano, ofrecía una apariencia de macho que creó una gran sorpresa en el mercado. Sus faros cuadrados en carcasas negras individuales no se veían como un ojo morado, sino como una apariencia que te dará uno. Debido al parachoques metálico cromado, los diseñadores realzaron el aspecto resistente del vehículo. Según el acabado y las opciones, estaba disponible una barra de protección metálica adicional. El aspecto de la camioneta se mejoró con un techo rígido bicolor que cubría los asientos traseros y el pequeño baúl desde el perfil.
En el interior, el tablero plano con diales cuadrados continuaba con el aspecto exterior resistente. Sus asientos de cubo estaban cubiertos con una mezcla de tapicería de tela y vinilo. Mientras que el fabricante de automóviles colocó la palanca de cambios de la transmisión automática cerca de la columna de dirección como en la mayoría de los sedanes de esa época, la palanca de cambios de la caja de transferencia asomó por el piso y le recordó al conductor que el Bronco era un vehículo todoterreno resistente.
Ford diseñó el Bronco como un competidor directo del Jeep Wagoneer, pero lo ofreció como un tres puertas solo para enfatizar el sesgo del factor diversión. Sus ejes delantero y vivo fueron diseñados para terrenos irregulares, y la gran distancia al suelo confirmó esa dirección.