En 1999, un jurado internacional eligió al Ford Modelo T como el auto del siglo.
Fue otro reconocimiento de lo que representaba ese automóvil en la industria del automóvil.

Además de sus más de 15 millones de unidades vendidas, el Modelo T era más que un automóvil. Representó una nueva forma de pensar, una nueva generación de gerentes y, al final, una forma de justicia social. El Modelo T era asequible ya que fue el primer vehículo construido en una línea de montaje. En 1909, Henry Ford le dijo a su equipo de administración: “Cualquier cliente puede tener un automóvil pintado del color que quiera, siempre que sea negro”, debido al tiempo de secado más rápido de la pintura negra en esa época. Pero eso sucedió solo después de 1913. Extrañamente, antes de eso, no había un Modelo T negro. Ford usó el mismo chasis para muchas versiones, la mayoría de ellas construidas internamente, no por otros contratistas como era habitual en esos tiempos.

El automóvil funcionaba sobre un chasis simple y recto con una distancia entre ejes corta y una gran distancia al suelo. Sus ruedas de diseño con radios de madera presentaban neumáticos de goma extraíbles para acelerar la producción. Ford construyó la mayor parte del Modelo T con cuatro puertas, y la cabina era una sola “bañera” con puertas, que se atornillaba al chasis después de que el motor ya estaba en su lugar. Según el período de construcción, el capó presentaba un diseño de cinco lados o una parte superior curva. Hasta 1915, Ford usó faros de carburo (oxiacetileno) antes de cambiar a luces eléctricas.

Pero el Modelo T era más que un coche. Los clientes la transformaron en tractores para tirar de un arado, en camiones de bomberos, motos de nieve con orugas en la parte trasera y esquís en la parte delantera, automotores e incluso una iglesia móvil.