Honda presentó la segunda generación del Prelude en 1983 como un cupé compacto deportivo mejorado en todos los aspectos con respecto a su predecesor.
Cuando Honda diseñó el Prelude, lo hizo como un automóvil de pasajeros para la semana y un cupé deportivo para el fin de semana. Era inusual ver un automóvil que fuera eficiente en combustible y que aún funcionara bien en una pista de carreras. Aún así, el automóvil logró realizar ambas tareas con éxito.
Con sus faros emergentes y su capó muy bajo, el Prelude mostró un aspecto aerodinámico a pesar de su carrocería en forma de cuña. En la parte delantera, la línea cromada que rodeaba la fascia delantera cruzaba las cubiertas de los faros y continuaba hacia los lados, alrededor de las señales de giro montadas en las esquinas. Sus largas puertas lucían manillas del color de la carrocería, lo que no era tan común en aquellos tiempos. Los espejos de las puertas, en cambio, eran negros. En 1986, el Preludio recibió un ligero lavado de cara.
En el interior, el ágil cupé presentaba asientos deportivos individuales con refuerzos altos para mantener a sus ocupantes en su lugar durante las curvas de alta velocidad. Su tablero de forma angular presentaba un panel de instrumentos que mostraba el velocímetro y el tacómetro en esferas grandes, los indicadores de temperatura del combustible y del refrigerante en las esquinas superiores.
Pero la actualización más importante fue desde el punto de vista técnico. El Prelude presentaba una suspensión delantera de doble horquilla con brazos desiguales que aumentaban el manejo del automóvil. Honda afirmó que el automóvil podía soportar hasta 0,83 g en un derrape. Debajo del capó, dependiendo del mercado, el fabricante de automóviles instaló una amplia gama de motores que oscilaron entre 101 hp y 160 hp (solo JDM). Si bien la mayoría de las versiones se combinaron exclusivamente con una transmisión manual de cinco velocidades, algunas también estaban disponibles con una transmisión automática de cuatro velocidades.