Si bien no fue rival para la competencia alemana formada por el BMW M3 y el Mercedes-Benz Clase C AMG, el Jaguar ofreció un buen equilibrio entre lujo, desempeño y precio.
Jaguar desarrolló el XE como competidor directo del BMW Serie 3 y el Mercedes-Benz Clase C. El fabricante de automóviles lo ofreció con motores de gasolina y diésel, con tracción trasera o total. Era un sedán compacto premium que tenía algo para todos, pero quedaba la última pieza para completar el rompecabezas: una versión deportiva. Y ese fue el XE300: la última pieza del rompecabezas.

Desde el exterior, el XE 300 Sport no se veía muy diferente a sus hermanos. No presentaba alas que gritaran por llamar la atención, ni spoilers masivos, solo una pequeña insignia en la rejilla de malla en la parte delantera y un parachoques delantero ligeramente diferente. Se agregó un pequeño spoiler en la tapa del maletero, pero estaba disponible para el resto de la gama en la lista de opciones.

El interior presentaba asientos deportivos de cubo con las letras XE Sport bordadas en los reposacabezas. Su cuero negro con costuras en contraste equipaba de serie, una opción que no estaba disponible para el resto de la gama. Pero desde el exterior, era difícil notarlo.

Mientras que el exterior trató de pasar desapercibido, la transmisión fue una historia diferente. Jaguar dejó caer el motor de gasolina Ingenium de cuatro cilindros en línea. Su motor turbocargado de 2.0 litros brindaba 300 hp, los cuales eran enviados en las cuatro esquinas a través de una transmisión automática de 8 velocidades. Dicho esto, ofreció mucho rendimiento y agarre en superficies sueltas, especialmente para un conductor diario.