Mitsubishi presentó la cuarta generación del Colt basado en Mirage en 1992, y aunque a su hermano le iba bien, el Colt tuvo algunos problemas.
Mientras que a los hatchbacks subcompactos les estaba yendo bien en el mercado, Colt luchó por sobrevivir. Tenía todos los atributos para tener éxito, pero le faltaba el aspecto que pudiera hacer que se vendiera como pan caliente. Su estilo insípido y sus decisiones de marketing no muy inspiradas llevaron a ventas lentas, al menos para la versión hatchback de tres puertas que se vendió en Europa. En otras partes del mundo, sus hermanos Mirage y Lancer estaban bien.

La era del biodiseño aún no había comenzado, pero Mitsubishi notó la nueva tendencia y pidió a sus diseñadores que hicieran un vehículo con líneas más redondeadas y formas suaves. Se las arreglaron para hacerlo, pero era demasiado pronto. Sus faros semielípticos y capó corto no eran, todavía, muy apreciados en la Europa de aquellos tiempos. Es por eso que Opel/Vauxhall Astra (generación F) vendió más que él, y lo mismo ocurrió con otras marcas. Solo vino en una versión de tres puertas, y eso fue un gran error en un mercado donde los hatchbacks eran la elección de las familias jóvenes. En la parte trasera, la cajuela era adecuada para el tamaño del automóvil y los asientos traseros plegables divididos 50/50 podrían aumentar el área de equipaje.

Debajo del capó, Mitsubishi ofreció una opción de motor decente para el Colt. Había tres unidades de gasolina para elegir. Eran eficientes en combustible (como el 1.3 litros) o potentes (el GTI de 1.8 litros).