Ford Focus llegó a su cuarta generación en 2018 y, luego de 16 millones de unidades vendidas desde su primera generación, demostró ser un excelente competidor en el segmento de los compactos.
Ford jugó la carta del diseño para el Focus y ganó de muchas maneras. Para empezar, ofrecía el coche en todas las formas necesarias. Estaba disponible como cupé en el mercado norteamericano, mientras que los europeos no lo consiguieron. Les preocupaban demasiado las camionetas, y por eso la marca del óvalo azul les ofreció la camioneta que buscaban.

Desde el frente, aparte de la parrilla, el Focus no parecía un Ford. Sus faros tenían un aspecto de inspiración asiática, mientras que el faldón inferior se parecía al Renault Megane Sport. Sus paneles laterales y puertas esculpidos ofrecían un aspecto musculoso, en un estilo clásico de Ford visto en los predecesores del Focus. Su techo inclinado y la puerta trasera inclinada hacían que el automóvil pareciera más deportivo, incluso en forma de camioneta.

Había espacio para cinco pasajeros dentro del vehículo, incluso si el túnel central sobresalía de alguna manera dentro de la cabina. La distancia entre ejes de 2,7 metros (106,3”) de largo permitía un buen espacio para las piernas en la parte trasera del automóvil. A pesar del habitáculo más bajo, el automóvil tenía suficiente espacio para la cabeza. 608 litros (21,5 pies cúbicos) a unos respetables 1653 litros (58,4 pies cúbicos).

Para el tren motriz, el Focus estaba disponible con pocos motores base y sus variantes: unidades de gasolina de 1.0, 1.5 y 2.0 litros y diésel de 1.5 y 2.0 litros. Una versión ST especial tenía un motor de gasolina de 2.3 litros. Las transmisiones estándar eran manuales de 6 velocidades, mientras que la automática de 8 velocidades estaba disponible como opción para motores específicos.