Cuando SEAT presentó el segundo lavado de cara para la segunda generación del Ibiza, Volkswagen le otorgó uno de sus mejores motores de cuatro cilindros en el mercado: la unidad turboalimentada de 1.8 litros.

A veces, el Cupra de 1999 también se conocía como Ibiza MK3, y es fácil entender por qué. Su aspecto era muy diferente al del Ibiza de 1993. Además, ganó muchas mejoras tecnológicas en comparación con ese. El segundo lavado de cara permitió al fabricante de automóviles español mantener el automóvil en el mercado hasta 2002, más tiempo que la vida útil normal de un vehículo construido en los años 90.

El Ibiza Cupra no siguió ningún lenguaje de diseño en particular. Mostraba una fascia delantera con faros curvos en su lado interior y un borde en forma de nariz en el medio de la parrilla, que lucía la insignia de SEAT. Su parachoques presentaba un faldón floreado con listones horizontales y faros antiniebla redondos en el lado exterior. A diferencia de sus versiones de menor potencia, el Cupra presentaba pasos de rueda ensanchados tanto en la parte delantera como en la trasera y un alerón en el techo en la parte superior de la puerta trasera.

En el interior, el fabricante de automóviles se inspiró en la comunidad tuning e instaló esferas blancas en el panel de instrumentos con agujas rojas. Un juego de pedales de aluminio perforado y un volante más grueso formaban parte del paquete. Sus asientos delanteros individuales con refuerzo alto ofrecían un mejor apoyo lateral durante las curvas a alta velocidad.

Bajo el capó, SEAT instaló un motor turboalimentado de 1.8 litros que proporcionaba treinta caballos más que su antecesor. Una caja de cambios manual de cinco velocidades era la única opción para este cohete de bolsillo de segmento pequeño.